Estrategias y reflexiones sobre el abonado del jardín

En los capítulos anteriores ya estuvimos explicando las diferencias entre los distintos abonos. Ahora es momento de ahondar un poco en lo que a su utilización en el jardín respecta.

Los abonos se emplean en dos etapas fundamentales en la vida de un jardín: su construcción (ejecución) y en el mantenimiento.

Pero, ¿cuál es realmente el efecto de los abonos en el jardín?

Ya dijimos que existen productos de síntesis industrial y otros de origen natural.

Los productos de síntesis industrial son en general, sales que se disuelven a cierta velocidad al hacer contacto con el agua. En ese estado, puede distribuirse por los intersticios del suelo utilizando el agua como vehículo, alcanzando las raíces de las plantas. De esta forma, las plantas absorben estas sales nutritivas para luego esparcirla por todos sus órganos.

En los productos de origen natural, las funciones son más diversas, pero básicamente podemos hacer la siguiente distinción:

  • Función como fertilizante: es lo mismo que los productos industriales.
  • Función como mejoradores del suelo: es el rol más interesante y lo generan los productos basados en materia orgánica (humus de lombriz, turbas, compost).
  • Función como retenedores de nutrientes y agua: también presente en productos basados en materia orgánica, los que producen modificaciones en las características del suelo, dotándolos de una mayor capacidad para retener agua y nutrientes.

Durante la ejecución del jardín, lo que nos interesa es que, por un lado, el suelo nativo del jardín se mejore para hacerlo más receptivo a la vegetación que se va a plantar, especialmente donde habrá césped.

Por el otro lado, las plantas que vamos colocando en sus respectivos sitios, necesitan adaptarse a su nuevo entorno, extender sus raíces rápidamente y empezar a crecer para asegurar su supervivencia.

Lo primero, no siempre es necesario y, de hacerlo, irá de la mano con el tipo de vegetación que se utiliza y la calidad inicial del suelo. Esto es un punto bisagra en la vida de un jardín, ya que debe planearse desde la etapa del diseño si la vegetación a emplear requerirá una intervención mayor o menor del suelo del jardín para asegurar que las plantas exploten sus cualidades ornamentales.

Lo más sensato, salvo estrictas peticiones por parte del cliente, será comprender que cuanto más intentemos forjar un jardín saludable obviando sus requerimientos ambientales, más dificultoso será lograr el objetivo de tener un jardín donde las plantas desarrollan sus caracteres ornamentales ideales, y más caro será el procedimiento ya que intentaremos compensar carencias climáticas del ambiente a través de una intensiva modificación del sustrato de las plantas.

Características del suelo de base vs. los requerimientos de la vegetación a utilizar en el jardín

En resumidas cuentas, salvo situaciones muy extremas que limitan las posibilidades de instalar alguna clase de jardín, deberíamos buscar seleccionar las especies vegetales que mejor se adapten a nuestra situación de base, y nunca pensarlo al revés.

Sea cual sea el caso, la inmensa mayoría de las veces debemos aprovechar lo mejor de dos mundos: vegetación que se articule bien a las características preexistentes del lugar y los beneficios a corto y largo plazo que trae el mejoramiento del suelo con el que vamos a trabajar.

Las tareas de mejora pueden ser varias, pero van a coincidir con el hecho de que necesitaremos un medio más propicio para el buen desarrollo de las raíces de las plantas.

Los abonos basados en materia orgánica son los únicos que pueden proveernos de estas propiedades “de base” y son lo más parecido a los cimientos de una casa que deseamos se mantenga de pie.

Asimismo, es una labor que genera aumentos de costos y mucha intervención de mano de obra o maquinarias. Movilizar un suelo nunca es sencillo y más considerando que el agregado de materia orgánica no debe ser superficial si realmente queremos que esta incorporación sea lógica.

Estas labores se conocen como abonados de fondo y el momento para hacerlas es antes de colocar las plantas ya que justamente se busca un contacto íntimo entre el suelo nativo o rellenado y la materia orgánica en forma de abono.

La distribución superficial no hace posible este contacto íntimo, aunque sí sucederá pero luego de mucho tiempo y no con la misma eficiencia.

Cuando no se decida trabajar mejorando toda la superficie del jardín que llevará las plantas, el procedimiento incluirá un trabajo esmerado del hoyo de plantación. Siempre procurando que el mismo sea al menos 2 veces mayor que el tamaño del contenedor de la planta y enriqueciendo la tierra extraída del hoyo con materia orgánica y fertilizantes minerales.

No es necesario ni recomendable exagerar. El exceso de abono no asegura una mejora en la adaptación de la planta e incluso es más probable algún perjuicio. Solo intentamos que el cambio de la vida en maceta de vivero a su nuevo hogar permanente, no sea tan repentino para la planta y que, a su vez, las raíces encuentren los nutrientes en el camino para crecer mejor y en forma más abundante.

Como siempre, todo lo que implique ganar tiempo en la vida de un jardín será bienvenido, siempre que sea sustentable.

Los abonos de síntesis, minerales, son la oposición de la materia orgánica en cuanto a la mayoría de sus funciones, pero se complementan a la perfección.

Haciendo un buen uso de la materia orgánica, podemos prescindir del uso de abonos minerales, pero también es cierto que los costos tanto del insumo en sí, como el que implica su agregado, es mayor al manejar materia orgánica que el uso de fertilizantes minerales. Esta es la razón por la cual su implementación total en la agricultura es tan difícil.

Un suelo con una correcta base de materia orgánica, como ya dijimos, implica una mejora radical en la forma en que los nutrimentos son retenidos en el suelo y, por lo tanto, mejor aprovechados por las plantas.

Esto garantiza que el uso de abonos minerales es mucho más eficiente y seguro, tanto para las plantas como para el ambiente.

Es posible trabajar exclusivamente con abonos minerales en todas sus formas, ya que son capaces de proveer la totalidad de los nutrientes que necesitan las plantas. La diferencia es que, si sacamos a la materia orgánica de la ecuación, tan pronto como dejamos de proveerles de nutrición mineral, las plantas experimentarán crecimientos menores y un estado de desmejora generalizado.

Durante el mantenimiento, la lógica es que las plantas al igual que cualquier otro ser vivo, necesita un suministro de nutrientes a lo largo de toda su vida.

Cualquier actividad de rutina en el jardín afectará la fertilidad de un suelo. Desde una mala gestión del riego hasta la mala costumbre de mullir el sustrato de los canteros con el fin de “airear” el suelo.

Asimismo, la materia orgánica no es permanente, sino que se va degradando con el tiempo.

Por estas razones, el abonado como tarea de mantenimiento debe ser a calendario, salvo que estemos trabajando con especies nativas de nuestro propio ambiente, en donde podemos tomarnos licencias si hemos hecha una buena preparación de base.

Los abonos basados en materia orgánica, esta vez se incorporan superficialmente o bien rastrillando ligeramente procurando la mayor incorporación posible en el suelo sin afectar las raíces. De esta forma, simulamos el compostaje que ocurriría en la naturaleza, donde los depósitos de materia muerta se acumulan en la superficie y se van descomponiendo lentamente.

El abono mineral, es recomendable en momentos puntuales del ciclo de las plantas y está en coincidencia con los momentos de mayores exigencias como lo son la floración y la fructificación ya que, recordemos, se asimilan rápidamente por las plantas. También cuando están comenzando un activo crecimiento de ramas y hojas puede ser una buena idea.

Lo más importante en cuanto a abonado se refiere, es no dar nada por sentado. Cada situación amerita cierto análisis antes de tomar alguna decisión. Abonar por abonar no tiene sentido. Encarece y no necesariamente repercutirá en forma equivalente.

Como en cualquier otra labor del paisajismo, abonar requiere sentido común. Aprender a leer el entorno con el que contamos y actuar en consecuencia es lo que debemos procurar en nuestra labora diaria como paisajistas.

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